miércoles, 6 de mayo de 2009

Los tarahumaras





En el número de febrero de 2009, del National Geographic , de formato amarillo viene un reportaje dedicado al pueblo de los tarahumaras, que es muy interesante, es un pueblo que actualmente y debido a la conquista española y a la presión de crecimiento de las ciudades, se ha refugiado en la Sierra Madre Central de México..



Hace cinco siglos, este pueblo logró eludir la conquista española refugiándose en los territorios desolados de la Sierra Madre mexicana. Hoy, se enfrenta a las amenazas que acompañan los nuevos tiempos. Por Cynthia Gorney; fotografías de Robb Kendrick



Cada estrella del firmamento es un indio tarahumara cuyas almas (los hombres tienen tres, y las mujeres, cuatro, pues son creadoras de nueva vida) se han extinguido por completo. Así describen los antropólogos y los sacerdotes misioneros las creencias del pueblo de los tarahumaras, que se llaman a sí mismos los rarámuri y habitan en los barrancos de la Sierra Madre Occidental del norte de México, donde se replegaron hace cinco siglos huyendo de la invasión española. Los españoles no sólo tenían armas de fuego y caballos, sino también una extraña pelambre en la cara; su presencia dio origen al término rarámuri chabochi, que hasta hoy denota a cualquier persona que no sea tarahumara. Chabochi no es un insulto exactamente, sólo un modo de categorizar el mundo. Su traducción literal, evocación de la relación actual entre los tarahumaras y el resto del México del siglo XXI, es «persona con telarañas en el rostro». Los tarahumaras son individuos reservados y celosos de su intimidad que viven a gran distancia unos de otros, en casitas de adobe o de madera, o en cuevas, o en hogares semiexcavados bajo salientes de tal modo que la propia roca hace las veces de tejado. Elaboran una cerveza de maíz, que cultivan en minifundios arados a mano, y en las ocasiones de celebración se reúnen y se pasan la bebida de unos a otros en una jícara, hasta que, a fuerza de tragos y por efecto del alcohol, comienzan a mostrarse parlanchines, soñadores o beligerantes y acaban en el suelo, durmiendo la mona.

El hecho de vivir tan alejados unos de otros, hacia que para poderse ver o comunicarse algo, fueran de casa en casa o de pueblo en pueblo corriendo, eran utilizados por los reyes o caciques aztecas como correos de sus decretos y recorrían largas distancias a un ritmo que hoy en día consideraríamos muy fuerte.
Para verificar lo anteriormente expuesto, el autor de este articulo, en compañía de un maratoniano estadounidense, intentaron hacer una prueba de resistencia con un tarahumara, para ir de un pueblo a otro de la Sierra Madre, era solo un test no se trataba de ver quien corría más y de quien lo hacía en el menor tiempo posible, era solo acompañar al tarahumara en una de sus actividades sociales diarias, que era ir de visita a casa de unos familiares.
La conclusión en forma de broma, es que el tarahumara llego a casa de sus familiares, comió con su familia y cuando estaban en los postres entonces apareció el estadounidense deshecho del esfuerzo realizado.
Otra puntualización, cuando hay una ceremonia familiar importante, se trasladan de pueblo a pueblo, o de casa a casa, toda la familia tarahumara, desde el pequeño de la casa hasta la madre; supongo que el ritmo será más llevadero, pero no deja de ser un prueba de esfuerzo para todos los que se desplazan con el padre.
Y acuérdate que: “Los sedetanos ya corríamos con los romanos”.
Tanto o más que los tarahumaras, entonces era por obligación vital. Le decía el romano al sedetano que te pillo, que te pillo….. y si lo pillaba espadazo que le cascaba, estos no conocían el juego del tu la llevas; estos romanos, sedetano que veían corriendo, mandoblazo que le arreaban cuando lo pillaban.

Saludos desde La Zaida, Enrique.



Gracias a Enrique por esta colaboración.

Cuidado con el calor estos dias entrenando y no dejeis de disfrutar...

Andrés

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